El Carmelo de Teresa de Jesús (y de otros testigos auténticos posteriores) tiene la raíz de su manera espiritual de ser, para decirlo brevemente, en el tú a tú viviente y confiado con Jesús. Y es un Carmelo que existe sólo para la Iglesia y para la humanidad.
Todos los afanes, esperanzas y sufrimientos de esta humanidad los abraza (contemplación) como suyos, de forma activa y comprometida, sin reservas.
Este Carmelo puede renacer siempre desde hoy, con toda verdad, porque no depende tanto del pasado, cuanto del “más profundo centro” de lo humano y lo evangélico.
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