En la vida de Tito Brandsma, acción y contemplación, mística y política, estaban unidas. Como persona profundamente religiosa buscaba a Dios en la oración y en el rostro de las personas de su tiempo.
La espiritualidad no era para él teoría abstracta, sino realidad vivida. Como carmelita y profesor de la Universidad estudió la mística y vivió de ella. Vio claramente lo que la Iglesia y la sociedad necesitaban y se dedicó enteramente a ello. También incluso cuando esto llegó a ser muy difícil. Por ello, dio su vida.
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