martes, 18 de noviembre de 2008

JORNADA de ORACION por LOS CONTEMPLATIVOS


El 21 de noviembre ha sido escogido para celebrar la “Jornada pro orantibus “.
Se pretende así reflejar en la Virgen presentada en el templo la ofrenda radical de la vida de las Claustrales y de los Monjes, el ideal de toda vida consagrada
(cfr. Juan Pablo II, VC 34).

El contemplativo vive el encuentro con Cristo ordinariamente a través del don de la Palabra escuchada y meditada, recibida con atención en la austera belleza de la liturgia, del silencio, de la contemplación. Aquí el encuentro se convierte en “Palabra brevísisima” (Orígenes), porque el creyente no se contenta con leer un libro cuando busca a Alguien: “La Iglesia con todo su ardor busca en la Escritura a Aquél que ama” (Honorio, In Cant, PL 172, 447 D)



El encuentro con Cristo cambia todo, transforma la percepción misma del tiempo. De hecho, mientras el mundo devora el tiempo, porque el tiempo es oro, pero sobre todo porque es breve para el creyente como el monje, el tiempo es irreversiblemente decisivo y por esto lo vivimos, lo saboreamos en la lentitud: “El no espera nuevas salidas, no sueña nuevas ocasiones improvisadas, sino que siente ante sí un tiempo de madurez, de crecimiento, un tiempo de edificación, de progreso humano y espiritual” (E. Bianchi, o. c., p. 199).

Para el contemplativo el tiempo es como el primer beso, “como la primera nieve que vemos” (P. Evdokimov), es ya una gota de eterno en el cotidiano.

Su reconciliación con el tiempo le abre como travesía en el corazón, memoria del costado abierto de Jesús (Jn 19, 34), transforma su existencia en un “agorà” empática y, a pesar de los elevados muros, los horarios de visitas determinadas, la clausura, el silencio: está siempre allí para atenderte.

El contemplativo no es un egoísta, sino que es “una auténtica central de energía espiritual que se alimenta de la fuente de la contemplación, con el ejemplo de la oración a la que se dedicaba Jesús en la soledad (Benedicto XVI, A las Carmelitas Descalzas de Villair de Quart, Valle de Aosta).


Esta experiencia mística, porque la contemplación es cuestión de miradas, genera un estilo de vida que refugia los prejuicios y las etiquetas fáciles. Permite de reconocer que nada está en poder del mal, sino que todo está invadido de gracia.

“Míos son los cielos y mía es la tierra,; mías son las gentes, los justos son míos, y la Madre de Dios, y todas las cosas son mías …¿Pues qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto y todo es para ti ... Sal fuera y gloríate en tu gloria”
-San Juan de la Cruz, Oración del alma enamorada-

Por todas estas razones, en esta Jornada Pro Orantibus, nos unimos en el agradecimiento de toda la Iglesia a estos buenos hermanos y hermanas.

Luigi Gaetani,Carmelita Descalzo

1 comentario:

  1. Míos son los cielos y mía es la tierra,; mías son las gentes, los justos son míos, y la Madre de Dios, y todas las cosas son mías …¿Pues qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto y todo es para ti ... Sal fuera y gloríate en tu gloria”
    -San Juan de la Cruz, Oración del alma enamorada-

    QUE ASI SEA, AMEN.

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