jueves, 18 de febrero de 2010

Las Reformas


Amplia difusión y no menos decadencia siguen con los años. La historia del Carmelo durante los siglos XV y XVIII es también la de una sucesión de reformas orientadas cada vez a rescatar el espíritu de una observancia más estricta, perdido por diversas circunstancias. Algunas de estas reformas permanecen en la estructura de la Antigua Orden, otras configuran nuevas jurisdicciones, y en un caso nace una orden independiente, los Carmelitas Descalzos.

Desde los inicios del siglo XV van suscitándose aires de reforma que encuentran eco en Italia, en la región toscana. Años después, en 1456 el "Decreto de las casas reformadas" del Beato Juan Soreth (1394-1471) marca el inicio de los esfuerzos por la reforma general. Los santos reformadores, Teresa de Avila (1515-1582) y Juan de la Cruz (1542-1591), constituyen un extraordinario ejemplo del afán de vivir el espíritu primitivo. Tras las huellas de la vigorosa Reforma Teresiana, que se separó de la Antigua Observancia en 1593, bajo el impulso de Felipe Thibault (1572-1638) aparece la reforma Turonense (1604), que desde el Convento de Rennes, en Francia, se extendió ampliamente por diversos países, llegando a sellar con su impronta de estricta observancia a toda la Antigua Orden del Carmen.

Es en medio de los trajines de las reformas que se van abriendo camino los métodos de oración para facilitar el acceso a todos a la oración mental. Gran impulsor de la oración metódica, bajo influencia de la "Devotio moderna", fue el Beato Soreth, quien como Prior General impulsa la meditación como medio para alcanzar la contemplación. Por su parte, Santa Teresa recomienda a las prioras «que haya buenos libros.. los de fray Luis de Granada y del padre fray Pedro de Alcántara, porque es en parte tan necesario este mantenimiento para el alma como el comer para el cuerpo» (1). Y tras la gran Reformadora van sus hijos. El método carmelita se va configurando entre los descalzos siguiendo las enseñanzas de fray Luis de Granada.

2 comentarios:

  1. Las reformas han sido tan buenas, eran tan necesarias y han dado tan buen fruto, que los reformadores Santa Teresa de jesús y San Pedro de Alcántara (amigos personales y gran colaborador de ella éste último, por cierto.) tiene su escultura en la basílica del vaticano, al lado de los fundadores.

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