sábado, 1 de noviembre de 2008

BEATA ELIAS DE SAN CLEMENTE


II

Hacia el fin de 1917, Teodora decidió dirigirse al padre jesuita Sergio Di Gioia para pedir consejo, el cual convertido en su nuevo confesor, decidió encaminarla, después de cerca de un año, junto con la amiga Clara Bellomo, futura Sor Diomira del Divino Amor, al Carmelo de san José, de la calle De Rossi, en Bari, al que se dirigieron ambas por vez primera en diciembre de 1918.
El 1919 fue un año de intensa preparación espiritual en vistas al ingreso en el monasterio, bajo la guía prudente e iluminada del P. Di Gioia.

La nueva Beata entró en comunidad el 8 de abril de 1920 y vistió el sagrado hábito el 24 de noviembre del mismo año, asumiendo el nombre de Sor Elías de San Clemente. Emitió los primeros votos simples el cuatro de diciembre de 1921: "Sola a los pies de mi Señor Crucificado, lo miré largamente, y en aquella mirada vi que El era toda mi vida". Además de santa Teresa de Jesús, tomó como guía a Teresita del Niño Jesús, siguiendo el "caminito de la infancia espiritual donde me sentía -afirma la Beata- llamada por el Señor". Hizo la profesión solemne el 11 de febrero de 1925.

Su camino, desde los inicios, no fue fácil. Ya en los primeros meses del noviciado había tenido que afrontar con gran espíritu de fe no pocas dificultades. Pero el verdadero problema surgió después de que la Madre Priora, Angélica Lamberti, en la primavera de 1923, nombró a Sor Elías maestra de encaje a máquina en el centro de educación para jovencitas junto al Carmelo; la directora, Sor Paloma del Ss. Sacramento, de carácter autoritario, severa y poco comprensiva, no veía con buenos ojos la bondad y la gentileza con que Sor Elías trataba a las educandas, y, después de dos años, la hizo apartar de su oficio.

Siempre rigurosamente observante de las Reglas y de los actos comunes, la nueva Beata transcurría largos ratos gran parte de la jornada en su celda, dedicada a los trabajos de costura que se le encomendaban, continuando incluso a disfrutar de una gran estima por parte de la Madre Priora, que la nombró sacristana en 1927. En esta dolorosa prueba le sirvió de gran consuelo el P. Elías de san Ambrosio, Procurador General de la Orden de los Carmelitas Descalzos, que la había conocido en 1922, con ocasión de una visita al Carmelo de san José, y con el cual la joven mantuvo una edificante correspondencia epistolar sacando un gran provecho.

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